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Capítulo 42.


Nerviosa y al borde de un ataque de nervios. Ese era mi estado de ánimo. Ese día me recordaba tanto a la boda de Perrie un mes atrás. Esta vez era yo la que pisaba el altar. Esta vez era yo la que diría el ‘sí quiero’ delante de todo el mundo. No había hablado con Liam desde la mañana anterior y él estaba seco. Intenté asociarlo a que estaría nervioso, igual que yo.

-Estás preciosa, de verdad. – Me decía Cris. – La diseñadora que te hizo el vestido te lo hizo genial.
-Gracias. – Le dije mientras ella me ayudaba con los últimos retoques antes de ir hacia la iglesia.

Este día me recordaba al día en el que Perrie se casó. El día en el que me volví a encontrar de frente con mi pasado. El día más feliz de mi mejor amiga. Se me hacía raro que no estuviese aquí que hasta me imaginaba su voz. O, esperad. ¿Me imaginaba su voz?

-¡CARIÑO! – Oh, ¡No me lo imaginaba! ¡Era Perrie! ¡Estaba ahí!

Cogí un extremo del vestido y a pesar de que los altos tacones que llevaba me impedían correr hacia ella, lo 
intenté y lo conseguí. Nos envolvimos en un gran abrazo en el que mis lágrimas estaban a punto de salir a la luz.

-Pensaba que no vendrías. ¿Qué haces aquí? – La dije.
-¡No llores! – Me rogó. – Sino la pintura se te correrá
-Bien. Vale. ¿Qué haces aquí? – Insistí.
-¿Pensabas que podía faltar en el día más importante de mi mejor amiga? – Me dijo mientras continuaba abrazándome.
-¿Y Zayn?
– El se quedó en Londres. Me vine yo sola.
-¡Oh Dios mío! Tu tripa está enorme!

Tras unos fuertes abrazos bajo la observación de Cris, quien también había venido a mi boda, ésta acompañada de Lou, nos dirigíamos abajo, dónde mi padre conducía el coche que nos llevaría a la iglesia. Perrie se montó conmigo en el asiento trasero.

-Créeme que estoy muy nerviosa… - La dije.
-Y tú créeme que te entiendo como nadie. – Las dos sonreímos.
-Y, ¿qué tal Harry? – La pregunté.
-¿Crees que es el momento oportuno para preguntar por él? – Dijo con una sonrisa.
-Creo que es lo único que me puede distraer un poco…
-Viajó a San Francisco de nuevo a ver a mi abuela hace unos días. No hablé con él desde entonces. – Me informó.
-Espero que no se encuentre con Jane.
-Lo dudo. Hará lo imposible para que eso no sea así. – Me dijo Perrie.
-¡Ya llegamos! – Dijo mi padre.

Su voz masculina me hizo que mi estómago diese un vuelco completo. Estaba a dos pasos de atravesar la iglesia de su brazo. Allí estaría Liam, con su esmoquin seguramente perfecto. Sujetaba la mano de Perrie hasta que ella abrió la puerta de su lado y salió. Mi vestido ocupaba casi todo el espacio de la parte trasera del coche, y cuando mi padre decidió abrir mi puerta para que saliese, me costó eternidades deshacerme de aquel forro tan pomposo que formaba parte de mi vestido.

Mi padre estrechó su brazo y yo me agarré de él. En una iglesia de Barcelona, con un calor algo incómodo y a tres pasos de convertirme en la señora Payne.

-¿Estás preparada? – Me dijo mi padre.
-Debo de estarlo. – Le dije.

Comenzamos a andar rápidamente mientras que Perrie me iba colocando la cola del vestido. Me iba acercando a la puerta de la iglesia y los nervios se me iban acumulando en el estómago. Pensaba que iba a echar por la boca hasta mi primera papilla.

Las puertas de la iglesia chasquearon  y comenzaron a abrirse. Miraba al suelo y me decía a mi misma que debía de levantar la mirada para mirar al altar y ver el fantástico Liam. Las voces de la gente se silenciaron totalmente y comenzó a sonar el sonido de aquel órgano.

Me armé de valor y levanté mi mirada hacia el altar donde Liam me miraba a punto de un ataque de nervios, al igual que yo. Me temblaba todo, absolutamente todo. Mi única sujeción era el brazo de mi padre, que gracias a él no me vine abajo en ningún momento. Me acercaba entre lágrimas de mis padres y aquellos invitados emocionados. Mi padre me soltó del brazo y me besó la mejilla susurrándome un ‘Suerte’

Antes de subir aquellas escaleras, cogí aire y miré a Perrie que me transmitía tranquilidad. Cogí un extremo del vestido y comencé a subir peldaños.

-Hola. – Susurré a Liam.

Él se limitó a sonreírme. Le veía raro y seco. Su reacción de días anteriores seguía permaneciendo y ya no podrían ser de los nervios.

El sacerdote sacó el libro y comenzó a leer línea tras línea mientras yo miraba de reojo a Liam que no me dedicó ni una sola mirada. Sus piernas entrecruzadas y sus dedos jugueteaban nerviosos. El cura nos mandó ponernos en pie para preguntarnos aquella famosa frase.

En cuanto pude equilibrarme encima de esos zapatos, escuché la puerta de la iglesia abrirse. ¿Quién sería y por qué llegaría tan tarde? La ceremonia estaba a punto de terminar.  Mi cabeza se giró hasta el punto que pudo, ese velo que decoraba mi cabeza era demasiado inmóvil para dejar que mi cuello pudiese girar perfectamente. No me permitía girar el cuello a la perfección, pero si de algo estaba segura, es que la persona que acababa de atravesar esa puerta era muy importante para mí: Era él.

-Harry… - Susurré.

Liam escuchó mi susurro y giró también su cabeza hacia mi dirección.

-Disculpen, ¿podemos seguir con la ceremonia? – Dijo el cura. -¿Oigan? – Preguntó al ver que ninguno de los dos hicimos caso a su petición.
-Sí, sí. – Decidí decir. – Prosiga.

Harry se sentó en uno de los últimos bancos, ya que los demás estaban ocupados. ¿Qué hacía allí? ¿Por qué estaba en mi boda? ¿Qué pretendía llegando en ese justo momento?

-Liam James Payne, ¿acepta a _____ ______ como legítima esposa? – Preguntó el sacerdote.

Mi corazón iba a mil kilómetros/hora y miraba a Liam nerviosa. Él estaba tardando mucho en contestar a esa simple pregunta y no entendía el por qué de su reacción. Tampoco entendía que hacía Harry ahí, ¿no estaba en San Francisco? ¿Qué pintaba él ahí? Hasta el día de mi boda todo era extrañísimo.


PD: ¿Me gusta por uno de los últimos capítulos?


1 comentario:

  1. Me matas de la curiosidad.... Estoy desesperadamente desesperada por el siguientw por faavooooor

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